El tema de esta semana siguen siendo los mercadillos, aunque en este caso nos vamos un poco más lejos a Manila, Filipinas.
A pesar de que cuando le preguntas a cualquier filipino en el hostal, en un taxi, en un triciclo o donde sea, cómo llegar a los mercadillos, todos se empeñan en meterte en un mega centro comercial, pensados por y para los que tienen la piel de tu mismo color, nosotras nos negamos a meternos en uno de ellos y dar vueltas como hamsters en su ruedecilla... ¡Queríamos ver los mercados locales! así que cogimos un jeepney. Estos vehículos que hacen las veces de autobuses urbanos tienen su origen en los jeeps que utilizó el ejército norteamericano durante la II Guerra Mundial, los filipinos se han dedicado a modificarlos, decorarlos con mil colores y temas distintos, os enamoraréis de ellos. Aunque tienen sus paradas, en realidad se paran en cualquier lugar que se le indique, tan sólo debes fijarte en la dirección que siguen, lo cual se encuentra escrito en el lateral del vehículo, normalmente se refieren a los barrios. Por ejemplo, nosotras nos dirigíamos a recorrer los mercadillos de Divisoria, así que cogimos un jeepney con la escrita “Divisoria” en el lateral. Nos costó tan sólo 40 PHP (0,75€) desde Malate. Las reglas del jeepney son estas: te subes por la parte de atrás, le dices al conductor a dónde vas, te dice el importe a pagar y tu dinero va pasando de mano en mano hasta que llega al conductor. Durante el trayecto tu deber es pasar el dinero de los demás cuando el momento lo requiera.
A pesar de que cuando le preguntas a cualquier filipino en el hostal, en un taxi, en un triciclo o donde sea, cómo llegar a los mercadillos, todos se empeñan en meterte en un mega centro comercial, pensados por y para los que tienen la piel de tu mismo color, nosotras nos negamos a meternos en uno de ellos y dar vueltas como hamsters en su ruedecilla... ¡Queríamos ver los mercados locales! así que cogimos un jeepney. Estos vehículos que hacen las veces de autobuses urbanos tienen su origen en los jeeps que utilizó el ejército norteamericano durante la II Guerra Mundial, los filipinos se han dedicado a modificarlos, decorarlos con mil colores y temas distintos, os enamoraréis de ellos. Aunque tienen sus paradas, en realidad se paran en cualquier lugar que se le indique, tan sólo debes fijarte en la dirección que siguen, lo cual se encuentra escrito en el lateral del vehículo, normalmente se refieren a los barrios. Por ejemplo, nosotras nos dirigíamos a recorrer los mercadillos de Divisoria, así que cogimos un jeepney con la escrita “Divisoria” en el lateral. Nos costó tan sólo 40 PHP (0,75€) desde Malate. Las reglas del jeepney son estas: te subes por la parte de atrás, le dices al conductor a dónde vas, te dice el importe a pagar y tu dinero va pasando de mano en mano hasta que llega al conductor. Durante el trayecto tu deber es pasar el dinero de los demás cuando el momento lo requiera.
El conductor nos avisó
cuando llegamos al Mercado de Divisoria, dimos las gracias, saltamos del
jeepney y una marea de puestecillos se abrían ante nuetros ojos, había de todo, sobretodo puestos de comida, frutas y verduras (por
cierto, los conejitos de indias que veis en la foto los vedían al lado de la fruta, creo que con la misma finalidad). Una vez pasada la zona de alimentación nos pareció estar inmersas en un “chino gigante de todo a 1 euro" pero al aire libre, así que la mercancía no resulta muy original porque al fin y al cabo,
ya lo encuentras en cualquier ciudad europea, ¡pero no por ello deja
de ser divertido en absoluto! Todo lo contrario, hay tanta gente, tantas cosas
que ver que tus sentidos se encuentran sobresaturados, olores, colores,
sabores... En definitiva, te sientes más vivo. Y alerta, pues no debemos
olvidar nunca el bolso.
Después de estar un buen
rato deambulando entre los puestos decidimos continuar nuestra ruta de
mercadillos y nos dirigimos al Mercado
Central. Estaba un poco alejado, así que cogimos un triciclo, da igual si
nos timan, es tan divertido... El día
cambió en un instante. Se puso a llover a lo bestia y de repente el paisaje mutó
radicalmente, las calles se convirtieron en ríos oscuros q la gente atravesaba
sin remilgos hundiendo el pie casi hasta la rodilla. Las madres sacaban a los
niños a las calles con el champú en mano para aprovechar el agua de la
lluvia... Nos calamos hasta los huesos y la gente nos miraba divertida porque
no nos atrevíamos a atravesar los enormes charcos (no hay muchos turistas por
aquí, la verdad)... Continuar nuestro recorrido se convirtió en una autentica gimkana
:) Al menos el Mercado Central se encontraba cubierto, situado en el interior de lo
que parece una antigua nave industrial, la mercancía básicamente se resumen en la típica ropa de mercadillo y, sobretodo, ropa de cama, por lo que no nos resultó muy atractivo. Continuamos nuestro camino
completamente empadadas como pollitos bajando por Andalucía St (debido a los siglos de colonización hay muchas palabras españolas en Filipinas) y giramos por Recto St en dirección a Chinatown. Este pequeño trayecto me resulta inenarrable, pues me
recordaba al programa de “humor amarillo”, ya que debido al agua de la lluvia, para cruzar la calle la gente
colocaba sacos de arena, cuando lograbas pasar al otro lado saltando de saco en saco, en el otro extremo se encontraba el señor que había construido el improvisado puente con la mano puesta para cobrar por su servicio. Algunos sitios estaban completamente inundados y por no hundir media pierna en
la mierda más absoluta, teníamos que recorrer varias manzanas. La parte
positiva es que hicimos bastante ejercicio, y que los puestos que fuimos
encontrando por el camino se hicieron cada vez más ineteresantes. ¿Quieres un carnet de conducir falso? pues aquí lo encuentras.
Finalmente llegamos a Chinatown, en el barrio de Binondo. Se
trata del barrio chino más antiguo del mundo, establecido en 1594, cuando
básicamente los españoles echaron de la zona de intramuros a la gran cantidad de inmigrantes chinos
dedicados al comercio que se encontraban allí mucho antes de la llegada de los
anteriores. Actualmente es un centro de comercio de todo tipo entre filipinos y
chinos, destacan fundamentalmente los negocios dedicados a la venta de oro,
aunque si tienes la piel blanquita y el pelo claro, tienes escasas posibilidades
de hacer un buen trato.
Comimos en el restaurante Hap Chang Tea House (325
PHP/persona; unos 6€) se trata de una franquicia de comida china cuya especialidad es el
dimsum... Es un restaurante bastante concurrido al medio día por la gente que
trabaja en la zona, por algo será. La comida es buenísima, el trato estupendo y
el restaurante está muy limpio.
Con el estómago a
reventar decidimos coger un triciclo de vuelta a la pensión para recargar un poco las pilas para la noche, nos costó (250 PHP, unos 4,6€) sabíamos que nos clavaban, pero el pedaleo que se pegó el tipo lo merecía. Por cierto, es una buena idea si os sobra
mucha comida, como en este caso nos ocurrió a nosotras, pedir que te la metan
en un taper, porque tened por seguro que alguien lo aprovechará.